Nica...

Me puse frente al PC con un solo objetivo. Escribir algo porque hace mucho tiempo que no lo hago. Vaya a saber uno por qué, quizás esto de las vacaciones cala hondo en el ánimo y las ganas de hacer algo productivo, te interrumpen el propósito creativo y da paso al hacer nada.
Y es eso en lo que se basan mis días. Compartiendo con mis dos familias. Dividiéndome si es posible, pero tratando de ser justo en los tiempos.
Por un lado, la familia de crianza, que es la materna. Acá está mi mundo y tengo ciertas libertades, como el dormir hasta las tres de la tarde sin que te miren feo al momento de decir buenos días. Además de flojear continuamente sin excepción de horario. Pero existe esa yaya que es el pedir permiso, porque al protectorado materno le da lo mismo si estuviste el año entero mandándote solo por la octava región. Para ella, Santiago es como lo muestran en la tele y es algo que no se lo he podido desarraigar de sus creencias. Por ello, cada movimiento que realice fuera del terreno Figueroa merece una justificación, aunque a mi favor recae el hecho de que ya no es como antes.
Más hacia el no sé dónde, creo que el Norte, está el hogar pudahuelino. La familia de mi padre y de la que yo también soy parte, aunque muchas veces no es algo de lo que esté completamente seguro. Acá están esas juntas con las que se conversa de la vida y se dialoga de la nada. Vino en caja, Tommy Cola y las ganas de que la cosa se ponga candente. A veces pasa, otras veces muere y calabaza calabaza. El problema acá, son los permisos. Complicado litigio contra mi padre influenciado por su señora esposa.
Así, transcurro de un lugar a otro esperando las festividades de fin de año y las de comienzo. Más allá de eso, me suelo poner al día con las personas de esta capital, albergue de mil aventuras y desventuras. Albergue de las mentiras y nada más.